CHARLES DE GAULLE
—Fíjate! Esa señora que esta ahí, en la vereda de enfrente, la de sobretodo gris, esa es mi prima Iris, la que mató a su padre.
-¿Cual, papá?
-La de pelo gris y moño, está en primera fila.
Alta, delgada, muy derecha, se parecía a mi abuela, su tía. Por su porte distinguido, sobresalía de una muchedumbre apiñada bajo paraguas castigados por un aguacero. Esperaban al Presidente de Francia, Charles de Gaulle.
Solo pude observarla fugazmente, porque casi enseguida pasó, lentamente, el auto descapotado con el general de pie, firme bajo la lluvia, en su uniforme gris, quepis redondo encasquetado. Ovacionado, saludaba, precedido por un puñado de veteranos uruguayos de las Fuerzas Francesas Libres, con banderas y medallas. Llovía a cantaros.
Nosotros estábamos guarecidos en el gran balcón del diario El Dia, para poder ver bien al héroe francés de la Segunda Guerra Mundial, admirado por mi padre. Yo tenía 15 años, todavía de pantalón corto. Era el 8 de octubre de 1964.
Pasó De Gaulle y su comitiva. Iris ya no estaba. Desde ese día, se me convirtió en un enigma. A mis preguntas, papa solo respondió,
-En esa familia eran todos muy raros.
Tenia 16 años en el momento del crimen.
Cuando crecí, interrogué a quien yo consideraba el primo de papá en mejores condiciones de darme una respuesta, un reputado neurólogo.
-una manga de degenerados.
Mas nada. Enterrados bajo una pesada lapida de rencor y olvido.
A principio de los años 1990, supe por un conocido que su hermana psicóloga, con un colega, estudiaban un parricidio ocurrido en los años 30 en Montevideo.
-Ni rastros de la familia, no pudieron encontrarla.
Pregunté a papá y a una prima suya si accederían a ser entrevistados por los psicólogos. Los dos aceptaron. Solo podían aportar sus vivencias de adolescentes cuando ocurrió el asesinato. En sus familias nunca más se mencionó. Todo lo que podía recordarles el parricidio fue destruido, fotografías, cartas, regalos. Lo curioso es que también desapareció todo recuerdo material de la víctima. Borrado.
En mayo de 1995, los psicólogos publicaron su libro, “Extraviada, del Parricidio al Delirio” y me lo regalaron. “Para Rafael, Estas huellas que te interesaron desde hace tanto … y nos llevaron también a vos. Con todo cariño Raquel Capurro y Diego Nin”.
Realizaron una excelente investigación, desenterraron todos los documentos del expediente judicial, informes psiquiátricos, todo lo que los archivos disponibles podían revelar. Y a partir de ese material, analizaron la saga de Iris desde el punto de vista de su escuela psicoanalítica, la del psiquiatra francés, Jacques Lacan.
Me sacudió la lectura del libro, los testimonios de los involucrados, de parientes que conocí. Me tocaron fibras intimas. Me sentí concernido, involucrado. Creé un vinculo con Iris y con su hermano Ariel, con Lumen, mi tío abuelo asesinado, y su esposa. Una tarde, con mi hija y su novio fotógrafo, saltamos un muro y entramos en las ruinas de la casa del crimen, una herencia yacente que nadie reclamó. Mi hija dibujó los planos, su novio la fotografió. Me llevé un pedazo de cerámica verde.
Una década más tarde, tras la muerte de mi padre, hubo que desarmar su casa. Los objetos personales de mi abuela se los llevó una de mis hermanas, que le fue muy cercana. Encontró una foto de su familia de 1901. Al fondo está Lumen, un morocho de mirada intensa, buen mozo, ya un hombre a pesar de sus 18 años. Me llevé muchos libros, entre otros uno de cuentos de Julio Verne, en francés. Años después, descubrí que tenia una dedicatoria, «para Rafaelito (mi padre) de sus primos Iris y Ariel». Raros rastros.
El parricidio de Lumen sigue presente en mi familia, mudo, oculto, insidioso. La tentativa de hacerlo desaparecer fracasó. Cada tanto, misteriosamente, golpea.
“El asesinato del padre es, según una concepción bien conocida, el crimen mayor y originario de la humanidad, así como del individuo. Es en todo caso la fuente privilegiada del sentimiento de culpabilidad… y de la necesidad de expiación”. El parricida “es el criminal original”. (Sigmund Freud en Dostoievski y el parricidio).
Mi reconstrucción de la tragedia familiar está basada en mi análisis de los documentos publicados por Raquel y Diego. Se nutre también de mi experiencia familiar, de indicios impresos en el ADN. Es ficción. Modifiqué los apellidos para no despertar fantasmas.