Marwan Barghouti

Foto: Ömer Faruk Yıldız
Hasta último momento, Hamás intentó obtener su inclusión entre los prisioneros palestinos a canjear por los 20 últimos rehenes, pero el gobierno de Benjamin Netanyahu lo rechazó de plano.El 14 de setiembre, según palestinos liberados en el canje, Barghouti fue víctima de una paliza propinada por guardias israelíes, sobre todo patadas en la cabeza y en el pecho. Israel, como de costumbre, lo negó, aunque Barghouti en esa oportunidad fue trasladado a una prisión donde no hay cámaras.
Nacido en 1959 en una aldea cercana a Ramallah, Marwan Barghouti es el dirigente palestino más popular en Cisjordania y en Gaza. Fue quien lideró la segunda intifada, iniciada en el 2000 para intentar detener la avasalladora colonización judía de Cisjordania. Israel lo detuvo en 2002, y desde entonces está preso en durísimas condiciones.
El expresidente estadounidense Jimmy Carter y el obispo sudafricano Desmond Tutu lo calificaron como «el Nelson Mandela palestino».
La negativa israelí a liberarlo deja claro que el gobierno de Benjamin Netanyahu no tiene intención alguna de avanzar en un proceso de paz con los palestinos y que únicamente aceptó el alto el fuego por la presión de Donald Trump, interesado en congraciarse con las potencias petroleras del Golfo, y para obtener la liberación de los rehenes restantes.
Consciente de su desprestigio internacional, Hamás reconoce el papel unificador de la nación palestina que tiene Barghouti.
Condenado a prisión perpetua por atentados en los que israelíes fueron asesinados durante la intifada, Barghouti desconoció la legitimidad de la corte que lo juzgó y negó su responsabilidad en esas muertes. Cercano colaborador de Yasser Arafat y líder de la juventud de Fatah, en 1983 fundó la facción armada Tanzim, un embrión de fuerza militar de la Autoridad Palestina independiente de la policía, que tuvo un papel clave en las dos intifadas. Fue electo al parlamento palestino en 1986 por la ciudad de Ramallah.
Barghouti reconoció que la segunda intifada se les fue de las manos. Habían decidido que los atentados se perpetrarían solo en los territorios ocupados y no en Israel. También consideró un error separar la rebelión de las negociaciones, cuando deberían haber estado combinadas.
Barghouti ya había sido detenido en 1977, con 18 años, y condenado al año siguiente a cinco años de prisión. En la cárcel terminó el bachillerato y aprendió hebreo. También obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas.
Después de las elecciones legislativas palestinas de enero de 2006, ganadas por Hamás, lideró un movimiento de prisioneros que llamaron a reformar la Autoridad Palestina y a forjar la unidad nacional entre Hamás y Fatah. También mantuvieron la vigencia de todas las formas de lucha, la armada incluida.
Barghouti lideró todas las encuestas de popularidad hechas antes del 7 de octubre de 2023, por delante del presidente palestino Mahmud Abbas, de 89 años, y del entonces líder de Hamás, Ismail Haniyah, asesinado por Israel en 2024.
El periodista Angus Reilly, en una investigación que publicó en febrero de 2024 en Engelsberg Ideas, escribió que «la percepción de los estamentos políticos y de seguridad israelíes sobre Barghouti es ambigua, y de esta depende mucho del debate (el año pasado) sobre rehenes, alto el fuego y Estado palestino. Es un dilema enraizado en la captura de Barghouti en abril de 2002». El propio Ariel Sharon, entonces primer ministro israelí, ordenó que no lo mataran, escribe Reilly. Concluye que dependerá de la «presión que aplique Washington para que Israel se dé cuenta del valor estratégico que tiene el líder palestino para la reconstrucción de Gaza».
Respecto al proceso de paz y la construcción del Estado palestino, Reilly estima que Israel precisará de un Charles de Gaulle (en alusión al proceso de paz entre Francia y el Frente de Liberación Nacional en Argelia que condujo a la descolonización de ese país africano) o de un Frederik de Klerk (el líder sudafricano que liberó a Mandela y contribuyó a poner fin al apartheid).
Reilly recuerda que, antes de la liberación de Mandela, durante siete años el servicio de inteligencia sudafricano mantuvo 47 reuniones con él, algunas de más de siete horas de duración, para entender su visión del mundo, su actitud ante la violencia y sus ambiciones políticas.
Mientras Barghouti no sea liberado, la perspectiva de paz israelí-palestina es nula. Los países que reconocieron al Estado palestino en setiembre, en particular los miembros del Consejo de Seguridad Francia y Reino Unido, si su postura no es solo retórica, deberían presionar a Israel con sanciones para que asuma la solución de dos Estados. Sin las sanciones que condujeron a su aislamiento internacional, las élites sudafricanas no se habrían convencido de la necesidad de desmontar el apartheid.