Ojos que no ven

China y sus ventajas estratégicas sobre Estados Unidos

Instalación en el Robot Mall, en Pekín, China, el 6 de agosto AFP, Adek Berry

La superpotencia china aparece desdibujada en los medios occidentales, que silencian sus fortalezas y prestan una exagerada atención a sus debilidades, la desocupación juvenil, la burbuja inmobiliaria, la deuda de las familias.

Algunos siguen escribiendo que China copia y no innova. Otros anuncian una gran crisis de su economía que nunca llega. Dos exfuncionarios de la administración estadounidense de Joe Biden que estuvieron encargados de China publicaron un artículo impactante en el número de mayo-junio de la revista Foreign Affairs bajo el título de «Subestimando a China». Plantean que hay que conocer al enemigo para poder competir.

Kurt Campbell, exsubsecretario de Estado y excoordinador del Indopacífico en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y Rush Doshi, exsubdirector para China y Taiwán del mismo organismo, subrayan que la economía china superó a la de Estados Unidos hace ya una década. Hoy es 25 por ciento mayor: 30 billones de dólares contra 24 billones de la estadounidense, calculadas según el poder de compra y precios locales, con la metodología del Banco Mundial. Este método toma en cuenta el costo real de determinantes del poder nacional, que incluyen inversión en infraestructura, sistemas de armamentos, bienes manufacturados y personal gubernamental, factores clave en el mantenimiento de la ventaja estratégica a largo plazo. En producción de bienes, sin tomar en cuenta los servicios, la capacidad productiva de China es tres veces superior a la de Estados Unidos.

Campbell y Doshi presentan el siguiente catálogo de superioridad china: produce 20 veces más cemento que Estados Unidos, 13 veces más acero, tres veces más automóviles y el doble de la energía. Las dos áreas en las que China aún no ha superado a la superpotencia estadounidense son aviación y biotecnología.

China produce también la mitad de los químicos del mundo, la mitad de las embarcaciones, más de dos tercios de los automóviles eléctricos, más de tres cuartos de las baterías eléctricas, 80 por ciento de los drones de consumo y 90 por ciento de los paneles solares y de minerales críticos de tierras raras refinadas. El país asiático ha sido responsable de la mitad de todos los robots instalados en el mundo (siete veces más que Estados Unidos) y tiene una ventaja de una década sobre cualquier otro país en la comercialización de tecnología nuclear de cuarta generación, con planes para construir 100 reactores en 20 años. El último gran poder que dominó a tal punto la producción global fue Estados Unidos, entre 1870 y 1940, señalan.

El desafío que China presenta a Estados Unidos es enorme, porque se juega en la escala, según Campbell y Doshi. Históricamente, «a medida que la productividad se iguala, las naciones con mayores poblaciones, mayor alcance geográfico y mayor empuje económico suben en escala y superan a predecesores más pequeños». Un ejemplo de escala es la avalancha de datos que brindan los 1.100 millones de usuarios de internet en China, materia prima de la inteligencia artificial, destaca The Economist. Los planificadores chinos consideran los datos como un factor de producción, al igual que la fuerza de trabajo, el capital y la tierra. Están preparando la gestión de los datos en la economía y en la seguridad nacional. El presidente Xi Jinping afirmó que los datos son un recurso fundacional «con un impacto revolucionario» en la competencia internacional, de acuerdo con el semanario inglés.

Hace una década, Estados Unidos tomó conciencia del desafío de China y se fue formando dificultosamente un consenso bipartidista contra China. Barack Obama adoptó la iniciativa Indopacífico, que combinaba una zona de libre comercio con alianzas militares para aislar y contener a China. Donald Trump y Biden abandonaron la idea de una zona de libre comercio, aceleraron el desacople de la economía de los dos países y se centraron en la seguridad. Las importaciones de Estados Unidos desde China cayeron de 21,6 por ciento en 2018 a 13,4 en 2024, según la Reserva Federal de Nueva York.

En su segundo mandato, Trump deja planear la duda sobre sus intenciones hacia China. Nadie sabe si va a confrontar o a negociar un modus vivendi, con reglas para la competencia y la cooperación, áreas de influencia y de repente hasta Taiwán.

La tregua alcanzada en la guerra comercial el 12 de mayo permitió el intercambio de chips avanzados de Nvidia, de los que aún depende la inteligencia artificial china, contra tierras raras refinadas, necesarias para varias industrias estadounidenses, en particular la aviación. El 14 de julio, Nvidia anunció que le será permitido exportar a China el procesador clave de inteligencia artificial H2O, que se le había prohibido en abril.

PODER MILITAR

China tradujo su poder productivo en poder militar. Su marina ya es la más grande del mundo, y con los 65 navíos más que proyecta para los próximos cinco años superará en 50 por ciento a la estadounidense. Campbell y Doshi destacan que China adquirió capacidad para construir motores a reacción y que produce 100 aviones de combate de cuarta generación anualmente, más modernos que los estadounidenses. Estiman probable que China ya sea líder mundial en tecnología de misiles, en hipersónica y en comunicaciones quantum.

En la guerra de cuatro días en mayo entre India y Pakistán, el derribamiento de cinco aviones indios, incluido al menos un Rafale, de construcción francesa, ha dejado perplejos a analistas militares occidentales. Las informaciones iniciales sugirieron que el factor decisivo fue la superioridad de los cazas J-10, de fabricación china, y de sus misiles aire-aire PL-15, también chinos. Además, Pekín habría suministrado una advertencia temprana e información de blancos en tiempo real. Un general indio reconoció en una entrevista televisiva la pérdida de algunos aviones, lo que atribuyó a «errores tácticos». Según The Economist, las autoridades indias inicialmente intentaron evitar escalar el conflicto.

En el corto plazo, Washington está reorientando sus recursos militares hacia el Indopacífico para asegurar la disuasión de China y el statu quo. Pero precisa ganar tiempo para fortalecer su industria militar, por lo menos una década, según analistas.

Aunque Estados Unidos gasta cuatro veces más que China en defensa y sus aliados de la OTAN están aumentando sus presupuestos militares, les preocupa la vasta capacidad industrial de China. Barcos, misiles y grandes armas no son fáciles de producir en caso de un conflicto prolongado.

La industria militar estadounidense es mucho menor de lo que ya fue, aunque sus exportaciones de armas representan el 43 por ciento del valor total de las ventas en el mundo, contra 6 por ciento de China, según The Economist. El resultado es un arsenal menor, que además no puede ser reemplazado rápidamente. Al ritmo actual de utilización, Estados Unidos demorará siete años para que sus existencias de municiones tengan el nivel previo a la guerra de Ucrania. En maniobras militares de 2023 simulando una guerra con China, Washington habría gastado todo su inventario de misiles de largo alcance en tres semanas.

Estados Unidos debe, por otro lado, poner fin a su dependencia de China en componentes o materiales críticos, como metales de tierras raras, necesarios para motores de aviones a reacción y motores sin escobillas para drones. China es el principal proveedor de microcelulosa, componente de la pólvora.

La carta en la manga de Trump son las grandes empresas de alta tecnología.

Michael Brown, exdirector de Innovación en el Departamento de Defensa, afirma que el promedio de inversión en investigación y desarrollo de los principales proveedores de armamentos oscila entre el 1 y el 4 por ciento de sus ganancias. En las principales empresas tecnológicas es del 20 por ciento. Sus productos son más sofisticados que los militares. Hay más inteligencia artificial en un Tesla que en un vehículo militar y más poder de procesamiento en un iPhone de cuatro años de antigüedad que en un caza F35, escribió Brown en Foreign Affairs.

A pesar de que Estados Unidos es líder en poder de software –sede de Apple, Google, Microsoft–, estas empresas no son las principales diseñadoras de las armas de Estados Unidos, y el software en estas plataformas no se actualiza continuamente, ni de cerca, como en los aparatos de consumo, destaca Brown en su artículo titulado «El arsenal vacío de la democracia». Las tecnológicas han comenzado recientemente a invertir en la industria militar.

De todas maneras, analistas consideran que la política aislacionista que inspira al movimiento MAGA (Make America Great Again), de Donald Trump, no va a crear la economía de escala necesaria para competir con China. Campbell y Doshi sostienen que la economía de Estados Unidos debe integrarse con la de la Unión Europea, la de sus aliados anglosajones y asiáticos (Japón, Corea del Sur, Filipinas), México e incluir a India.

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